Niños inmigrantes de hasta 14 años alojados en un centro de detención de menores en Virginia dijeron que fueron golpeados mientras llevaban grilletes y estuvieron encerrados en aislamiento durante largos períodos, abandonados desnudos y tiritando de frío en celdas de concreto.
Las denuncias de los presuntos abusos en el Centro Juvenil Shenandoah Valley, cerca de Staunton, Virginia, aparecen detalladas en documentos judiciales federales que incluyen media docena de declaraciones juradas de adolescentes latinos que estuvieron recluidos allí durante meses o años. Varios detenidos dijeron que los guardas les quitaron la ropa y los amarraron a sillas con bolsas tapándoles la cabeza.
Cuando me ponían en la silla, me esposaban las muñecas. Me ataban todo, de los pies hasta el pecho, uno no podía moverse. Te controlan totalmente. Te ponen una bolsa sobre la cabeza. Tiene agujeritos, uno puede ver a través de ella. Pero te sientes ahogado con esa bolsa”, dijo un inmigrante hondureño que fue encerrado en el lugar cuando tenía 15 años.
Además de los relatos traducidos de los niños en las actas judiciales, una antigua especialista en desarrollo infantil que trabajó en el centro contó que vio a menores con magulladuras y huesos rotos que atribuyeron a los guardias. Habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizada a discutir el asunto en público.
En actas judiciales, los abogados del centro han rechazado todas las acusaciones de abuso.
Muchos de los niños fueron enviados allí cuando las autoridades de inmigración los acusaron de ser miembros de MS-13 y otras pandillas violentas. El presidente Donald Trump ha dicho reiteradamente que la actividad de las pandillas justifica la represión.
Trump dijo el miércoles que “nuestros agentes de la Patrulla Fronteriza y nuestros agentes de (la policía de inmigración y aduanas) ICE han realizado una gran tarea” al reprimir a los pandilleros de MS-13. “Los estamos echando de a miles”, dijo.
Pero un directivo del centro de Shenandoah dijo en una audiencia reciente en el Congreso que los niños no parecían ser pandilleros y en cambio padecían trastornos mentales productos de traumas sufridos en sus países de origen, y que el centro de detención no estaba bien equipado para tratar.